El documento argumenta que la música debería ser una asignatura obligatoria en la educación secundaria. Afirma que la música es fundamental para la cultura y complementa otras asignaturas, ayudando a los estudiantes a mejorar en matemáticas y ciencias. Reconoce que la música no garantiza el éxito, pero estudiarla puede beneficiar el desarrollo de los estudiantes e impulsar el arte musical. Concluye que dar más valor a la música en las escuelas tendría implicaciones positivas.